Desarrollo Organizacional 2.2
La Ética y la moral
La palabra ética significa la manera de ser o el carácter, por
lo tanto, la ética era como una especie de naturaleza, sin embargo, esta no es
heredada como lo es la naturaleza biológica. De esta concepción se desprende
que una persona puede moldear, forjar o construir su modo de ser o êthos. El hombre la construye mediante la creación de hábitos, unos
hábitos que se alcanzan por repetición de actos. El êthos o carácter de una persona estaría configurado por un conjunto
de hábitos; y, como si fuera un círculo o una rueda, este êthos o carácter, integrado por hábitos, nos lleva en realizar unos
determinados actos, unos actos que provienen de nuestra manera de ser
adquirida.
La manera de ser o êthos
La palabra moral traduce la
expresión latina moralis, que derivaba de mos que significa costumbre, este término tendió a
aplicarse a las normas concretas que han de regir las acciones.
Definiciones de la Ética y la moral y sus diferencias
La Ética puede definirse
brevemente como la ciencia de la rectitud de los actos humanos. La Ética,
hace referencia al deber ser, a las normas dignas de ser cumplidas, y
conciencia moral. Es la norma que una persona se otorga a sí misma en función
de su reflexión y análisis de los valores y las opciones que se le presentan
en un momento dado. La Moral, se
trata de las buenas costumbres aceptadas socialmente. Es decir, como el
conjunto de normas que recibimos a partir de la educación acerca de que
debemos hacer u omitir.
En este sentido, la Ética es la
ciencia de la moral, mientras que la moral es el objeto de estudio de la Ética,
es la más fácil de todas las ciencias, porque cada uno tiene la obligación
de construirla por sí mismo, de sacar del principio supremo que radica en su
corazón, la regla aplicable a cada caso.
Ética de la persona
La persona tiene la capacidad de autorreflexión;
buscador de la verdad y de la felicidad; capaz de amar y de servir a los
demás. La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de
obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo
acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La
libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la
verdad y la bondad.
En la medida en que el hombre hace
más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad
sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia
y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado. La
libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son
voluntarios. Una acción
puede ser indirectamente voluntaria cuando resulta de una negligencia respecto
a lo que se habría debido conocer o hacer, por ejemplo, un accidente provocado
por la ignorancia del código de la circulación.
Niveles diferentes de la Ética y la moral
El interés por regular, mediante
normas o códigos, las acciones concretas de los humanos son tan antiguo en
todas las comunidades, en todos los pueblos, sociedades o culturas encuentran
prescripciones y prohibiciones que definen su moral.
La moral es un conjunto de
juicios relativos al bien y al mal, destinados a dirigir la conducta de los
humanos. Estos juicios se concretan en normas de comportamiento que, adquiridas
por cada individuo, regulan sus actos, su práctica diaria. De ahí que la
moral sea un conjunto de preguntas y respuestas sobre qué debemos hacer si
queremos vivir una vida humana con libertad y responsabilidad.
La Ética es una reflexión
sobre la moral, como filosofía de la moral, se encuentra en un nivel
diferente: se pregunta por qué consideramos válidos unos y no otros
comportamientos; compara las pautas morales que tienen diferentes personas o
sociedades buscando su fundamento y legitimación; investiga lo qué es
específico del comportamiento moral; enuncia principios generales o
universales inspiradores de toda conducta.
Así la moral da pautas para la
vida cotidiana y la Ética es un estudio o reflexión sobre qué origina y
justifica estas pautas. Pero ambas son complementarias.
Los valores éticos fundamentales
1. Los valores
La palabra valor se deriva del
griego axios, que
significa ser merecedor y digno, mientras que en latín, valor o valere significa estar vigoroso o sano,
ser fuerte, en lo físico y en lo espiritual. Los valores representan las
convicciones básicas de un modo específico de conducta o una finalidad de
existencia, que es personal o socialmente preferible. Contienen un elemento de
juicio en el que transmiten las ideas de un individuo como lo que es correcto o
incorrecto.
En cuanto a los valores morales, la aspiración de la Ética es
que el ser humano alcance el mayor grado de valor que es capaz de adquirir.
Para ello promueve la adquisición de los valores morales: justicia, libertad,
verdad y responsabilidad. Una vez que adquiere estos valores el ser humano se
reviste con la rectitud y bondad morales. De este modo, estos principios
morales habilitan a la persona para alcanzar el sumo bien moral, que es la
felicidad perfecta, la que a su vez constituye la aspiración fundamental y la
meta intrínseca del ser humano.
Los valores sirven como base para
tomar decisiones en el manejo de conflictos del ser humano, ya que la solución
a estos estará dada por los valores más importantes para la persona en
función de su «escala o jerarquía de valores».
2. La libertad
Es la facultad de obrar o no según la inteligencia y voluntad.
Cada persona tiene conciencia de su propia libertad. En cualquier momento puede
verificar experimentalmente que en realidad posee la capacidad para escoger una
dirección u otra, y que de hecho escoge una de ellas por propia
determinación.
La libertad es la facultad natural que tiene el hombre de obrar
de una manera o de otra. Es la facultad de hacer y decir cuánto no se oponga a
las leyes ni a las buenas costumbres y la condición de las personas no
obligadas por su estado al cumplimiento de ciertos deberes.
a. Los obstáculos de la libertad
·
La ignorancia (ausencia de conocimiento, para elegir algo es
preciso conocerlo),
·
El miedo (perturbación emocional producida por un peligro
eminente),
·
La cólera y otras emociones y pasiones. (llamada ira, enojo o
coraje, producen una fuerte limitación de nuestra capacidad de elegir
libremente),
·
La violencia física y psíquica (debilita hasta el grado de
suprimir toda responsabilidad en lo que se refiere a la conducta realizada),
así como,
·
Los desajustes psíquicos
(neurosis, donde la persona se siente atada a ciertos patrones de conducta, a
mecanismos de defensa, a la ansiedad y la angustia).
La libertad contiene
intrínsecamente a la independencia. Estas dos tienen una relación mutua.
Cuando se llega a la independencia total del ser se puede llegar a ser libre.
Una vez que uno es libre ya no dependerá de nadie para tomar sus decisiones.
Serán propias y únicas del ser.
b. El acto de elegir
Las personas eligen, se deciden,
adoptan una dirección en lugar de otra. A veces, tienen que reflexionar
seriamente frente a los varios caminos que se van proponiendo para poder
decidirse y elegir uno, al mismo tiempo que desechan los demás.
Toda elección supone una renuncia.
El hombre se ha visto en la necesidad de tener que conformarse con un camino
entre varios, no puede adoptar todos simultáneamente. Este aspecto de la
libertad es uno de los menos explicados; pero es tal vez el que produce mayores
zozobras en el momento mismo en que es eminente la decisión.
Lo anterior nos revela un aspecto negativo del uso de nuestra
libertad. Pero no cabe duda de que, por otro lado, se encierran grandes
riquezas dentro de este hecho innegable en la vida del hombre: la elección.
Gracias a esta facultad de elegir, el hombre se hace dueño de sus propios
actos; él es el señor de su conducta, es el artífice de su vida, pues elegir
algo es lo mismo que elegirse, es decir, fabricarse el tipo de vida que se ha
querido.
c. La inteligencia y la voluntad
El hombre se decide gracias a su
voluntad, en ella reside esta cualidad o aptitud para elegir algo. La voluntad
es una facultad del hombre, una inclinación de tipo racional, dirigida hacia
el bien en general. El hombre usa su voluntad prefiriendo unos y desechando
otros. Pero, como condición necesaria es preciso que previamente haya visto
con su inteligencia ese camino a escoger. No se escoge sino lo que se conoce. Y
la inteligencia se encarga de proponer a la voluntad los caminos que son
viables.
En la colaboración de las dos
facultades tiene lugar ese fenómeno tan característico del hombre en uso de
su libertad: la deliberación. Deliberar significa pesar razones en pro y en
contra, en relación con los diversos caminos que propone la inteligencia. El
hombre va considerando y sopesando esos caminos en función de un previo
criterio que va a adoptar.
La deliberación en muchas
ocasiones es casi automática, o, al menos, instantánea; pero no faltan
ocasiones en que la deliberación es, o debe ser, motivo de serias reflexiones,
ayudadas tal vez por consultas, lecturas, pausas, dando así ocasión a que la
idea se presente más claro a la inteligencia, se descubran nuevos aspectos, y
pueda surgir en la voluntad el motivo más potente en favor de determinada
dirección.
3. La verdad
Del latín veritas: es conformidad
de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente; conformidad de lo que
se dice con lo que se siente o piensa; propiedad que tiene una cosa de
permanecer siempre la misma sin mutación alguna; juicio proposición que no se
puede negar racionalmente.
Aquí la verdad coincide con la
verificabilidad, es decir, es verdad todo lo que es comprobable y
cuantificable. La veracidad es virtud moral. Como tal es actitud de toda la
persona: disposición de la libertad, que yo soy, a la verdad. Y es virtud
social, que abre a los demás, cualificando y promoviendo las relaciones. La
veracidad es virtud de fidelidad: fidelidad a la verdad y en la verdad.
a. El hombre y la verdad
El hombre se mide por la verdad y
es medido por ella. Este ser, que es centro y señor del universo, no está por
encima de todo, no es dueño y árbitro de una existencia carente de
significado. Él está por debajo de la verdad, de la cual todo el ser y el existir
recibe sentido y valor. La verdad hace la vida: la funda, la dirige, la
finaliza. El hombre la busca y la acoge como promesa de libertad y creatividad.
Similarmente, honestidad significa
que no hay contradicciones ni discrepancias entre los pensamientos, palabras o
acciones. Ser honesto con el verdadero ser y con el propósito de una tarea
gana la confianza de los demás e inspira fe en ellos.
Con honestidad, no hay hipocresía
ni artificialidad que creen confusión y desconfianza en las mentes y en las
vidas de los demás. La honestidad conduce a una vida de integridad, porque
nuestro interior y exterior son reflejo el uno del otro.
Ser interiormente de una forma y
exteriormente de otra, crea barreras y puede causar daño, porque nunca
podremos estar cerca de los demás ni los demás querrán estar cerca de
nosotros. Algunos piensan: «Soy honesto, pero nadie me comprende». Esto no es
ser honesto. La honestidad es tan claramente perceptible como un diamante sin
defectos que nunca puede permanecer escondido. Su valor es visible en cada
acción que realizamos. Las motivaciones egocéntricas, los propósitos ocultos
y los sentimientos y hábitos negativos son manchas en el espejo de la vida. La
honestidad actúa como un quitamanchas.
Para el crecimiento del propio ser
debe haber limpieza y claridad en el esfuerzo y verdad en el corazón. Limpieza
significa explorar y cambiar la conciencia y la actividad que manchan al propio
ser y suscitan dudas en los demás. Debería haber honestidad en el corazón y
también honestidad en la cabeza. De lo contrario habrá autoengaño o la
tendencia de engañar a los demás, oscu- reciendo los asuntos con excusas
interminables y explicaciones confusas.
Según Alvarado (2003), cuando el espejo del propio ser está
limpio, los sentimientos, la naturaleza, las motiva- ciones y los propósitos
son claramente visibles, y la perso na se hace digna de confianza. Se dice que
«el barco de la verdad puede tambalearse, pero nunca se hundirá». Aun con honestidad, el barco a veces se sacude, pero el ser
digno de confianza garantiza que el barco nunca se hundirá́. El valor de la
verdad le hace a uno digno de confianza.
Ser digno de confianza y confiar en los demás proporcionan la base y la conexión necesarias para que las relaciones sean nítidas. También es necesario compartir con honestidad los sentimientos y las motivaciones de cada uno. Cuando hay honestidad y limpieza, también hay cercanía. Sin estos principios, ni los individuos ni la sociedad pueden funcionar.
La responsabilidad
Es la capacidad para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente. En este sentido, es la propiedad del acto humano por la cual el sujeto que lo ejecuta debe dar cuenta de él, es decir, debe participar de los beneficios, si el acto es honesto, o reparar los prejuicios que produce si es deshonesto. El libre albedrío consiste en el dominio de sí mismo. Es la capacidad de elegir por propia determinación. Con esto el hombre se hace creador y dueño de sus actos; y, precisamente a partir de aquí, es como surge esa relación inevitable por la cual el mismo sujeto ha de responder de su propio acto.
La responsabilidad es fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo correctamente su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las puertas en el día que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones, en el arquitecto que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en casos más graves en un funcionario público que no ha hecho lo que prometió o que utiliza los recursos públicos para sus propios intereses.
La responsabilidad tiene un efecto directo en otro concepto
fundamental: la confianza. Confiamos en aquellas personas que son responsables.
Ponemos nuestra fe y lealtad en aquellos que de manera estable cumplen lo que
han prometido. La responsabilidad es un signo de madurez, pues el cumplir una
obligación de cualquier tipo no es generalmente algo agradable, pues implica
esfuerzo. En el caso del plomero, tiene que tomarse la molestia de hacer bien
su trabajo. El carpintero tiene que dejar de hacer aquella ocupación o gusto
para ir a la casa de alguien a terminar un encargo laboral. La responsabilidad
puede parecer una carga, y el no cumplir con lo prometido origina
consecuencias. La responsabilidad debe ser algo estable.
a. Actuar responsablemente
En la vida, la responsabilidad
personal proviene de muchas fuentes previsibles e imprevisibles, e implica
asociarse y participar, comprometerse y cooperar. La responsabilidad social y
global requiere de todo lo antes mencionado, así como de la justicia, la
humanidad y el respeto por los derechos de todos los seres humanos. Ello
conlleva prestar atención especial para asegurar el beneficio de todos sin discriminación.
Algunos interpretan la
responsabilidad como una carga y no logran verla como algo personalmente
relevante. Creen conveniente proyectarla como si fuera el problema de otros.
Estas personas no asumen sus responsabilidades, sin embargo, cuando se trata de
sus derechos, ¡son los primeros en reivindicarlos!
Una persona responsable persevera,
no con terquedad, sino con la motivación de cumplir con el deber que se le
asignó y permanece fiel al objetivo. Cuando hay la conciencia de ser un
instrumento, o un facilitador, la persona permanece neutral y flexible en su
papel. Permanece desapegada, pero con un claro entendimiento de lo que se
necesita hacer. Cuando se interpreta un papel con precisión y efectividad uno
se siente satisfecho y alegre por haber realizado una contribución
significativa.
La responsabilidad a menudo requiere de la humildad para ayudar a superar los obstáculos creados por el ego. Por ejemplo, el que actúa con responsabilidad no se apodera ni controla los resultados. El que actúa con responsabilidad también tiene la madurez de saber cuándo debe delegarse una responsabilidad a otro. Una de las principales barreras es estar demasiado apegado a la responsabilidad. Ser excesivamente meticuloso conduce a la preocupación, las dudas y al miedo, lo cual puede tener un efecto paralizante en la toma de decisiones, dando como resultado consecuencias indeseables.
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